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Docencia: entre el descrédito y la profesión (página 2)




Enviado por Fernando R. Morro



Partes: 1, 2

Releyendo a Torres Santomé (1991) coincido en
afirmar que el docente, a diferencia de otros agentes educadores,
debe enfrentar una tarea muy compleja: atender gran cantidad de
acontecimientos y tareas diferentes que suceden, con frecuencia,
simultáneamente. No dejemos de lado cierta
imprevisibilidad, dado que muchos hechos que forman parte del
proceso
educativo se dan a un ritmo cambiante y discontinuo.

Para sumarle mayor complejidad: todo lo que ocurre en la
clase es
público, es decir que trasciende más allá de
las paredes del aula llegando a las familias y al resto del
personal
docente y directivo, agregando una cuota de tensión extra
a la tarea docente.

En este sentido, una de las preocupaciones del docente
radica, precisamente, en la forma más o menos fidedigna en
que sus mensajes llegarán a los espacios
ultraáulicos atendiendo al hecho de que los transmisores
son adolescentes o
niños,
es decir comunicadores inexpertos y con una capacidad de percepción
de la realidad en pleno desarrollo.

Todos conocemos casos en que los adolescentes, con la
intención de justificar las propias acciones ante
sus padres, achaquen al docente la causa de sus males. El
eslabón que falta en esta cadena de comunicaciones
confusas es una familia que
sólo escuche las razones de sus hijos. La versión
del docente – muchas veces sometidos indignamente a careos
con los alumnos frente a padres o directivos – queda
automáticamente desvalorizada en el mejor de los casos; en
otros se le asigna al docente misteriosos planes de
persecución o discriminación sistemática de
algunos alumnos.

En una clase de preadolescentes pedí un
trabajo de
elaboración personal con claras consignas por escrito. El
día de la presentación, un alumno presentó
su trabajo que constaba con algunas paginas realizadas por el
(con un estilo que denotaba una clara intervención adulta)
y con dos páginas finales con la letra de otra persona.
Resultó ser la letra de la profesora particular. En el
apuro el alumno directamente había fotocopiado el trabajo de
la profesora y me lo presentaba como propio. Le dije en el
momento que su evaluación
iba a ser la mínima sobre todo por su actitud frente
a sus responsabilidades. Al otro día el padre me increpaba
en el pasillo de la escuela con
amenazas y afirmando que y, por ese hecho, discriminaba al
alumno. Sin palabras.

.

He presenciado casos en que los padres increpan
violentamente a los docentes por
el resultado de un examen. Después de muchos años
de tarea áulica he llegado a elaborar una teoría:
algunos padres, – por suerte no es la mayoría – que han
perdido espacios de poder en el
marco de sus relaciones interfamiliares intentan recuperarlos
enfrentando, tal cual paladines de la justicia, al
sistema para
defender a la desprotegida víctima del aplazo. Puede ser
solo una teoría, pero se parece mucho a una
explicación racional.

Vayan sumando. De a poco intento plasmar el contexto en
el que trabaja un docente todos los días y que afecta no
sólo su conducta sino
también su estado
físico general.

De acuerdo a estudios realizados en la Provincia de
Buenos Aires
por N. Mendizábal, los docentes que perciben como baja la
consideración social de su tarea sienten fatiga con
más frecuencia que aquellos que la consideran alta- La
autora del estudio se pregunta entonces, ¿cómo
permanecen los docentes en el sistema con condiciones tan
desfavorables? La respuesta no puede ser otra: existe un fuerte
componente vocacional.

Ciertamente, la tarea del docente incluye un intenso
compromiso emocional. Su desempeño se da en un contexto social e
institucional que presenta peculiaridades y estilos de comunicación muy definidos y en un aula con
alumnos demandantes en espera del tipo de actitudes con
las que el docente enfrentará cada situación.
Necesariamente se concibe, en el encuentro pedagógico, un
cierto clima emocional
que facilitará u obstaculizará el
aprendizaje.

Había preparado el encuentro de Ciencias
Sociales con algunas actividades bastante originales. Al
entrar en el aula ese día, percibí cierto malestar
y nerviosismo. Algo andaba mal. Me di cuenta que los temas
preparados de ciencias
sociales debían esperar. Pedí a mis alumnos que se
sentaran en rueda, y procuré indagar que ocurría
realmente. Minutos después me enteré de un serio
enfrentamiento entre dos grupos de la
misma clase. En resumen: ese día, la Primera Guerra
Mundial quedo esperando, pero charlamos seriamente sobre
valores como
tolerancia,
respeto y
honestidad.
Antes de terminar esa clase, algunos de los alumnos se pidieron
disculpas espontáneamente. Debo reconocer que mejoro
bastante, a partir de ese día, la convivencia grupal.
Habían superado una crisis aunque
aparentemente habían perdido una clase.

R. M. Silvano( 2007) nos propone pensar en la enseñanza como un arte porque
presupone creación. El hecho educativo jamás se
puede repetir con las mismas características pues en
él intervienen demasiados factores y variables.
Partiendo de este supuesto, el docente es un creador que opera
sobre una realidad que debe comprender a priori.
Consecuentemente, corresponsal de esa realidad cambiante, el
docente elabora su rol agregando su impronta personal. Construye
su rol al interactuar con la realidad áulica, imprevista
por un lado y sujeta a ciertas pautas institucionalizadas por
otro.

Ciertamente el docente nace, pero también se
hace: el perfeccionamiento del rol debe ser su
preocupación constante. Según este autor la tarea
de educar consiste en crear, es mucho más que manejar
algunos secretos de la enseñanza, es adentrarse en el
mundo de la intuición. No se trata sólo de manejar
técnicas pedagógicas sino, sobre
todo, de saber interpretar la realidad (aula –
institución – sociedad).

La docencia se
aprende pero primordialmente se comprende, es una actividad
integral e integradora. Así como se ha promovido la
consideración del alumno como educando integral,
debería caber el mismo tratamiento para el docente como el
otro sujeto de la pareja pedagógica.

El docente procura un éxito,
lo construye, aludiendo al resultado que se traduce en el logro
de los objetivos
curriculares propuestos en el proyecto
educativo áulico. Este éxito se realiza, no depende
de la suerte.

Así queda definido el docente como un profesional
que recibe una situación y un objetivo
más las demandas del entorno y construye un éxito,
acompañando a sus alumnos en la construcción de sus saberes y utilizando
metodologías didácticas originales y adecuadas.
Esta práctica profesional no se puede sistematizar
totalmente ya que la situación áulica siempre es
única e irrepetible.

Ahora bien, como ya lo he referido no son pocos los
obstáculos que halla el docente en su tarea
educativa:

(…)los malos ratos que hay que pasar, las presiones
generadas por conciencias mediocres, la falta d equipamiento
escolar, la inestabilidad laboral, la
envidia del fracasado, la calumnia del incapaz, la indiferencia
de los padres, la falta de estructura
edilicia, la vergonzante retribución salarial, el
manipuleo de la política educativa,
la mediocridad de los gobernantes, noches y días enteros
tristes, (…)

R. Silvano. Rol docente en el tercer milenio. En
Educar.org

Debemos reconocer que, frecuentemente, el docente, en el
ejercicio de su profesión, puede perder de vista el
objetivo principal de su tarea cuando debe ocuparse de los
aspectos de la burocracia
institucional o cuando se deja arrastrar por las pasiones siendo
protagonista, por ejemplo, de críticas destructivas hacia
los pares, la institución, los directivos o las
familias.

En las escuelas de gestión
privada que han transformado su estructura
organizacional hacia formas más competitivas y
eficientes, el docente ha comenzado a ser considerado más
como una variable de costo que un
profesional, afectando seriamente su sentido de pertenencia
institucional. La matrícula excesiva con fines
económicos (para que las cuentas cierren)
constituye otro factor de presión
que suma tensión a la tarea docente. El aumento de la
matrícula por curso va en beneficio de las finanzas de la
institución pero agrega un desafío más: el
docente debe hacerse cargo del compromiso de enseñar
efectivamente sin perder de vista la diversidad; tarea que con
mas de cierto número de alumnos se torna
dificultosa

Al docente se le pide un exhaustivo bagaje de virtudes y
actitudes: que sea un testimonio vital de sus enseñanzas,
que se convierta en un verdadero organizador de los aprendizajes
de sus alumnos, que no caiga en la demagogia, que actúe
con prudencia, tenacidad, humildad, desprendimiento,
energía; que sea leal, transigente, sincero justo,
respetuoso, desapasionado, reflexivo, bondadoso, profundo; que no
sea sectario y que posea valores
morales e intelectuales
de primer nivel; que se capacite permanentemente mostrando una
"actualización comunicacional". Ni más ni menos que
lo que se le exigiría a todo buen profesional. Entonces,
¿por qué no es considerado socialmente como un
verdadero profesional?

Sabemos que hay médicos, abogados, periodistas,
economistas…buenos, mediocres o malos; pero nunca se pone en
juego, en esta
calificación, el prestigio de dichas profesiones.
¿Por qué no sucede lo mismo con el docente?
¿Qué oscura razón del inconsciente social
provoca esta desvalorización de la profesionalidad de
quien realiza la "tarea más importante", la tarea
fundamental del desarrollo integrador de la persona y de la
Nación?
Mientras que en las expresiones demagógicas escuchamos:
Sin educación no habrá sociedad y sin
docentes no habrá educación. La realidad es de otro
color.

La profesión docente es considerada, fuera de los
discursos
vacíos, de segundo orden y el docente percibe
lógicamente esta conceptualización como indigna.
Permítaseme terminar con una cita de Aristóteles a modo de palmada en el hombro
a todos mis colegas docentes: "La dignidad no
esta en los honores que se reciben, sino en los honores que se
merecen."

Fernando R. Morro

Prof. en Psicopedagogía

Prof. en Ciencias Sociales

Bibliografía consultada:

  • Gavilán, Mirta Graciela . La
    desvalorización del rol docente. Revista
    Iberoamericana de Educación Nº 19. OEI –
    1999
  • Mendizábal, Nora. Condiciones de trabajo y
    salud.
    1995
  • Esteve, José M. El malestar docente.
    Paidos-Ibérica. Barcelona, 1994
  • Kornblit, Ana y otros. El sistema
    educativo como ámbito laboral. Col. CEA-CBC. Buenos
    Aires, 1995
  • Merazzi, C. Apprendere a vivre les conflicts.
    European Journal of Teacher Education.. Paris,1983
  • Magni Silvano, Roberto Rol docente en el tercer
    milenio. Educar.org 2007

 

Fernando R. Morro

Partes: 1, 2
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